VIAJES ANTERIORES: PRIMER VIAJE DE MARÍA
La luz cegadora irrumpe a la par que el traqueteo del expreso
procedente de Córdoba, por instantes la estación de Manzanares se ilumina. Un
hombre joven espera nervioso el reencuentro con su joven esposa, también hoy
por fin podrá conocer a María su primera hija. La ve bajar del tren, menudita y
chata ese es uno de los momentos en los que es consciente de cuanto la ama. Corre
a ayudarla y recoge la maleta de cartón, la pequeña llora.
- -Tiene hambre. – dice ella consciente de que el
largo viaje le ha impedido ponerla a mamar con tranquilidad – Vamos corriendo
para casa….
- - Pues tendremos que esperar – dice el – Pepe aún no
ha llegado con el carro.
En ese momento ella vuelve a ser consciente de las
limitaciones del lugar donde vive, nada que ver con la Córdoba que ha dejado atrás.
Membrilla es otro mundo, más oscuro, más frio, más triste si cabe o puede que
lo que sucede es que ella no se acaba de acostumbrar a la vida de casada. Pero
ahora esta María, nunca más se sentirá sola, ¿Cómo es posible que una cosa tan
chiquita le de esta sensación de seguridad y acompañamiento?
El tren inicia de nuevo su marcha hacia otros lugares
inaccesibles para ellos, es imposible imaginar la vida más allá de los confines
de Membrilla y de su casa, de nuevo en la estación reina la oscuridad.
La espera en medio del andén se hace larga, por la noche la
estación está cerrada, el frió de la estepa manchega arrecia por las noches.
Hay un pequeño soportal donde se guarecen del frió, no hablan mucho, la idea
del amor romántico hace tiempo que voló para la joven dando paso a aquellas
obligaciones que se recomiendan desde el movimiento. Membrilla antes
colectivizada, es ahora todo un ejemplo de cómo se rigen los pueblos de la
España oscura. Prefiere no pensar porque cuando piensa el miedo y la tristeza la embargan, él también
tiene miedo desde que a los dieciséis le toco ir a aquella guerra cruel y después de que cumpliera los
cuatro años de servicio militar. Por eso ante cualquier suceso que rompa con la
cotidianidad ha aprendido a decir:
- - Cuidado, que la van a volver a liar……..Y el ahora
menos que antes quiere que se lié.
Son las diez de la noche pasadas y Pepe con el carro que
transporta y recoge a los viajeros a la estación de Manzanares no aparece. Ella
con algo de rubor ha tenido que sacarse el pecho para dar de comer a María, se
desespera en la espera y esa intranquilidad se la traspasa a su niña.
- -Este se ha olvidao – dice el – tendré que ir a
buscarlo.
- - No me dejes aquí sola – dice ella – que está muy
oscuro.
En la oscuridad son conscientes de que es casi imposible
recorrer los cuatro kilómetros que separan Manzanares de Membrilla. Los numerosos
bultos que arrastra ella justo a la maleta y la niña y el frio, sobre todo el
frio.
Es el frio el que decide por los dos, ella mira cómo se pierde
su silueta en la negrura, la pequeña duerme el sueño de los inocentes mientras
ella se encoje abrazada a su niña. Se aterroriza ante cualquier pequeño ruido
de una estación que permanece yerta. El miedo la atenaza en cada instante, los
minutos se hacen interminables y ella tiembla a la vez que llora por los que ha
dejado atrás, padres y hermanos que se han quedado en el pequeño piso de
Córdoba.
A lo lejos escucha el repicar de los cascos de la mula que
arrastra el carro con una cierta fatiga, siente el resoplido y los pasos de
ellos.
- -Es que me he dormio, ya ni me acordaba……….dice
Pepe a modo de disculpa.
Suben al carro, ella se va sintiendo más tranquila a medida
que ve las primeras casas del pueblo. Su casa está ahí, su hogar está ahí, en
Membrilla.
Ante el portón de la casa están esperando sus cuñadas.
- - A ver esa muchacha……pero que hermosa está, habéis visto
cuanto pelo tiene….
María reposa por fin en su cuna, la cuna en la que dormirá parte
de su infancia, el hecho de tener parte de su familia en Córdoba la llevara a
otros viajes, de momento ha superado el primero.