miércoles, 23 de enero de 2019


LA MALETA VOLADORA



Erase una vez una maleta viajera, era una maleta común de color fucsia . Una de aquellas maletas con ruedas y un asa larga para estirar pero que siempre se escondia en los días que permanecía dormida, que eran bastantes, por cierto. Pero el asa cobraba vida así notaba la ropa y otros artilugios en su interior.


La maleta, similar a miles de maletas, parecía no tener nada en especial. Seguía los pasos de la viajera que la arrastraba casi siempre nerviosa y con prisas. Hacia un ruido idéntico al de miles de maletas en su caminar: más fiiiiiiiiiiiiiiig si el suelo era muy liso o si este era rugoso hacía turrunturrunturrunnnnn. Nada especial.

Pero un día su viajera la empezó a dejar en casa y a arrastrar en sus espaldas una mochila.
-         Qué raro- pensó – con lo que pesa una mochila.

Observó que su viajera caminaba con una especie de palos, cada uno en una mano y que tenía problemas para caminar y muchos más para correr. Entonces supo que, si no era con la ayuda de otros, si no se dejaba arrastrar por otras manos, ella nunca podría volver a viajar con su viajera amiga y eso le dolió.
Sucedió poco a poco, primero intento rodar sola, lo deseo, lo deseo…pero no hubo forma, solo consiguió unos pequeños saltitos que fueron el preámbulo de lo que al final sucedió. Con tesón y con constancia todo es posible, pero también existe la magia, así que un día se levantó un milímetro, otro día un milímetro más y practicando día a día nuestra maleta consiguió volar.

Primero fueron vuelos atolondrados, porque no creáis que es fácil el arte de volar. Se necesita tener una buena vista, sentido de la orientación y un gran dominio de la aerodinámica. Pero con practica ya sabéis que todo se consigue, si y con magia que este último punto no se puede olvidar.

Y así fue como la maleta voladora sorprendió un día a su viajera, quien supo desde ese mismo instante que ahora como antes podría volver a viajar y no escatimar en ropa. Desde hace tiempo que las dos vuelven a viajar juntas. La viajera a veces cambia sus bastones por un artefacto con ruedas en la que nuestra maleta a veces se acurruca con mimo. Pero la mayoría de las veces de la maleta surge el encanto y ¡vuela! Dejando con la boca abierta a todos los viajeros que pululan a su alrededor.




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